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integridad--nos revelaría una posible toma de conciencia contra el «método» mencionado.Quien dice producto igual para todos (es decir un tipo de producto común, dice un aspecto socialista de la vida social. Quien dice concurso o concurrencia de energías o brazos hacia un fin común, dice un especto socialista de la vida social. Pero... dos hombres empujan un carro, para llevarlo a un lugar cualquiera: el uno lo empuja valiéndose de un motor y el otro valiéndose de sus brazos (el primero va cruzado de brazos, vigilando únicamente el motor, mientras que el otro suda a chorros). ¿Es ésta una forma socialista de trabajo, porque hay aquí comunidad de fines y concurso de energías? (¡Atención! Hay que resolver este punto). (Vallejo 1973b: 149). ¿No estaría aludiendo a jerarquías? Hay que observar que el texto no es categórico: termina con una pregunta y con la intención de continuar reflexionando. A mi entender, Vallejo no ha decidido una ruptura con su filiación. Sí revela su conflicto ideológico. Sólo le cabe exponer sus sospechas (que en el campo socialista haya desigualdades). He aquí la segunda nota: No hay que engañar a la gente diciendo que lo único que hay en la obra de arte es lo económico. No. Hay que decir claramente que ese contenido de la obra es múltiple --económico, moral, sentimental, etc.-- pero que en estos momentos es menester insistir sobre todo en lo económico --porque ahí reside la solución total del problema de la humanidad. (Vallejo 1973:150-151). La sensibilidad artística de Vallejo excluye el simple asentimiento de programas. Este distanciamiento con respecto a los postulados de la ortodoxia comunista, se expresó en algunas ponencias del I Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Entre otras, las de André Gide, André Breton, Tristan Tzara, Alexis Tolstoi, André Malraux, Jean Cassou y Waldo Frank. Se podría decir que apuntaban a un humanismo, y, en el arte, a un arte que ofrezca cualidades. De la comunicación de Waldo Frank quisiera citar unas líneas que muestran gran coincidencia con el pequeño texto de Vallejo. Waldo Frank afirma: «la hora revolucionaria que vivimos es sólo la fase presente de un proceso centenario, que casi está llamado a trascender la memoria del conflicto económico [...] La clave de la fase del largo proceso es la naturaleza económica [...] Pero el proceso mismo, es hoy, como siempre lo ha sido, orgánico. Quiero decir con ello que el hombre debe comprometerse íntegramente, con su corazón y entendimiento, sensibilidad e intuición.» (En Aznar Soler 1987: 280). Como lo más avanzado de su momento histórico, Vallejo no todo lo reducía a condicionantes económicos; tampoco desestimaba la persona. Es decir, el papel de un sujeto en un contexto más amplio que aquel del individuo. De ahí que, en mi opinión, la imagen de Vallejo que nos da Hans Magnus Enzensberger --no obstante que parte de alguien que le tiene simpatía--, es inexacta. Le resta importancia a la calidad que tiene como intelectual. Enzensberger escribe: «A los ojos de los comunistas, nunca hubiera llegado a ser un verdadero comunista. No sabía lo que era táctica. » (Enzensberger 1981: 72)[ix] Que se me disculpe esa digresión. Pero, no puedo evitar de traer otra igualmente significativa. El 3 de septiembre de 1936, André Breton publica en París una hoja de protesta política. El título: «La vérité sur les procès de Moscou». Breton denuncia los indignantes procesos de Moscú orquestados y ordenados por Stalin. Me pregunto: ¿Vallejo, que siempre estaba atento a los acontecimientos, no leyó o escuchó hablar de esa hoja política? Veamos otro texto donde Vallejo pone en tela de juicio los postulados estéticos de la ortodoxia comunista. Se titula: «Las grandes lecciones culturales de la guerra española». Es un envío a la revista Repertorio Americano de San José de Costa Rica, que se publicó en marzo de 1937 --y fue redactado en febrero del mismo año. Vallejo escribe: Es pensando y construyendo, sin esperar milagros inmediatos fulminantes de su obra sobre la actualidad, y sí dotándola del máximun de fuerza y derechura espirituales necesarias a la interpretación social de los problemas de la hora, como Rousseau, Hugo, Puchkin, Dostoiewsky, logran influir y encauzar el proceso ulterior de la historia. Y es que lo que importa, sobre todo al intelectual, es traducir las aspiraciones populares del modo más auténtico, cuidándose menos el efecto inmediato (no digo demagógico) de sus actos, más de su resonancia y eficacia en la dialéctica social, ya que ésta se burla, a la postre, de toda suerte de vallas, incluso las económicas, cuando un «salto» social está maduro. Sin duda alguna, contradice la tesis eje del realismo socialista, vale
decir la teoría del reflejo: la economía determina el arte. Luego discute el correlato que
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