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Carlos Henderson

Poemas humanos: génesis y modo de producción estética


In memoriam José Ángel Valente


Introducción

    Jorge Luis Borges, estudiando a Whitman, escribe: «Whitman deriva de su manejo [del tema de la inmortalidad del poeta] una relación personal con cada lector.» Esto se aplica a Vallejo. Sin embargo, Vallejo dice: «Confianza en la ventana, no en la puerta [...] / [...] y en ti sólo, en ti sólo, en ti sólo.» (vv. 13 y 16, con los que termina «Confianza en el anteojo, no en el ojo...»). Es la expresión de su sentimiento trágico de la vida. Y de su conflicto ideológico. No nos sorprendan las contradicciones en Vallejo. No busquemos en él una filosofía positiva, tampoco ortodoxa, en fin, «correcta». Hay que hacer un esfuerzo mental para imaginar la época en que se gestan los llamados Poemas humanos. La época en que un esteta que participa en la Primera Guerra Mundial, que tiene avidez de plenitud y lucha por la liberación creadora del lenguaje, es también un hombre de todos los combates por la dignidad y responsabilidad del escritor: André Breton. Época en que otro inmenso poeta, sin que nada en su temperamento indique sombras, se suicida: Maiakovski en la U.R.S.S. Y en Francia, en París, un poeta apasionado por el surrealismo y la política, por la política se suicida, es René Crevel (1990-1935).

    La poesía de Vallejo es fuerte porque los opuestos se están cogiendo de la mano. Sobre esto volveré más adelante. En la última etapa de su vida Vallejo vuelve a impugnaciones, incertidumbres de antes de asumir el marxismo[i]. Para Vallejo la poesía era cuestión de indagación, de exploración del material verbal, como para André Breton, con quien polemizó, a quien criticó con mordacidad. Pero, hay que reconocerlo, el surrealismo le permitió otra apertura, luego de la gran apertura que significó Trilce. Las huellas del surrealismo las vemos precisamente en los poemas que continuaron a Trilce. En unos fragmentos de los poemas «Una mujer de senos apacibles...», «Las ventanas se han estremecido...», «La violencia de las horas», «Hallazgos de la vida», «Cesa el anhelo...», que forman parte de los llamados Poemas en prosa. Asimismo en algunos textos de Contra el secreto profesional, por ejemplo: «Negaciones de negaciones».

    Un punto en el cual toda la crítica vallejiana está de acuerdo: el juego de los opuestos. A Vallejo le viene desde muy atrás, de Quevedo. («[...] Quevedo, ese abuelo instántaneo de los dinamiteros», v. 48 de «Himno a los voluntarios de la República». Vallejo es un poeta que se apoya en la tradición y en la innovación, como querían los formalistas rusos. En uno de los Poemas humanos se pregunta si se puede renovar el tropo; se entiende, en un tiempo en que se necesita decir el sentido hondo de las cosas. Sin duda, es un poeta grave, dramático. Pero sin desdeñar la audaz experimentación ni --incluso-- el ludismo. La experimentación la emplea de manera notable por ejemplo en los poemas: «La abispa, el taco, las vertientes...», «Tránsido, salomónico, decente...». A decir verdad, está en cada uno de los poemas. Y dentro de su material de trabajo también está el ludismo. Para probarlo a continuación unos versos: De «Telúrica y magnética»: «¡Paquidermos en prosa cuando pasan / y en verso cuando páranse! (vv. 20 y 21); «¡Ángeles de corral, / aves por un descuido de la cresta!» (vv. 32 y 33); «Y lo demás, me las pelan!...» (v. 63, y final del poema). De «Epístola a los transeúntes»: «y, puesto que he existido entre dos potestades de ladrillo, / convalezco yo mismo, sonriendo de mis labios.» (vv. 26 y 27, los que cierran ese poema). De «Dos niños anhelantes»: «No. No tienen tamaño sus tobillos; no es su espuela / suavísima, que da en las dos mejillas.» ( vv. 1 y 2); «freno del fondo, rabo de la forma.» (v. 24). «y por este indecible, endemoniado cielo» (v. 33). De «Escarnecido, aclimatado...»: «Escarnecido, aclimatado al bien, mórbido, hurente, / doblo el cabo carnal y juego a copas» (vv. 1 y 2; repárese que «hurente» es un neologismo). De «Ello es que el lugar donde me pongo...»: «Hoy es domingo, y esto / tiene muchos siglos; de otra manera, / sería, quizá, lunes [...]» (vv. 48-50). Salta a la vista, que Vallejo no es un poeta convencional. Además, debo agregar que ensayó con todas las posibilidades que ofrece el lenguaje llano, pero hizo que éste contrastara con el lenguaje trabajado. Contraste, contrapunto, de «la palabra oída [...] del ritmo del habla coloquial» (Valente 1994: 127) con un ejercicio advertido del lenguaje que allega neologismos y aquellas palabras que se destacan por su eufonía.