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    César Vallejo

    Latiendo entre sus húmeros carnales,
    ancestral, ungulado y taquicárdico,
    llega, llegando César por Vallejo,
    y llegan con él Madres Españas y Maestras
    que desfilan mundiales por los campos Eliseos.

    Incólumes tabernas abisales
    despiertan sus alvéolos a la noche,
    y un efecto lunar, un arpa lenitiva
    descorazonase de tanto grito.

    ¡OH CAMARADA CÉSAR, CUÁNTOS AÑOS HA QUE TÚ…..!
    ¡TERRIBLEMENTE! ¡EN CARNE! ¡EN FUEGO! ¡EN AIRE!
    ¡Cruz parta las laderas de tus labios¡
    ¡cruz para tus delirios planetarios!
    ¡y cruz para tu dado y tus hermanos!

    Llegas llegando, sin cesar, Vallejo,
    incinerado en subjuntivas albas,
    encebollado y turbio, caballísimo,
    espumoso y giospérmico cadáver,
    funeral e instantáneo.
    llegas con campesinos, con mineros,
    con miles de millones
    de la insepulta gleba milenaria.

    Vienes viniendo a mares,
    a cataratas ígneas
    e inmensas de tungsteno,
    vienes viniendo de cesáreos versos,
    vienes y ya no hay nadie,
    ni poyo peruanísimo,
    ni untuosos bizcochos,
    ni tahona ni madre,
    ni camarada Obispo bolchevique.

    Y la gleba mundial que viene y viene
    expira decayendo
    en instrumentos mórbidos,
    y resuena, volcánica,
    su enorme despedida.

    Y la menguante luna
    los lleva, oh César,
    donde tú y tu muerte
    excaváis galerías por montañas de amianto,
    y allí, ya todos, transidos y fúlgidos,
    en un torrente impávido,
    ¡por más humo que fuera
    el que nació en París
    a aquel mapa de España¡:
    ¡PERDIDOS PARA SIEMPRE¡

    (Manuel Parra Pozuelo: Mi voz en otros cantos)